Amigo
lector:
A
continuación, encontrará el testamento que nos dejó a los
Suárez, el bisabuelo José Vicente Suárez Machado en 1936.
Si su
lectura aporta elementos de sabiduría a su vida, agradecerá el atrevimiento de
su inclusión en este blog.
Por el
contrario, si no pasa de ser un documento privado, sabrá usted disculparme:
TESTAMENTO
MORAL A LOS SUÁREZ
Mañana
cuando el sol de mi existencia oculte con perpetuidad sus furtivos rayos en el
océano insondable de la eternidad, y la luna con sus pálidos reflejos bañe las
campiñas, los bosques y los prados, y que mi cuerpo descanse bajo la sombra de
una cruz, quiero que este escrito sea como el árbol al cual deben ceñirse mis
hijos. Mis disposiciones les serán leyes infringibles y la estrella polar que
los guíe hacia el puerto de la ventura.
Que el
derrotero que les indico sea el que sigan sin interrupción, y la senda que
hasta la vez, a pie enjuto han transitado, no deben apartarse de ella hasta
alcanzar la cima del ideal único que pueden ambicionar para la conquista dela
propiedad, la seguridad y el respeto. Brújula que marca este rumbo; la cordura
y la prudencia al hombre sensato. En el Sinaí de mi humilde pero pacífico
hogar, en donde con mi amada e inolvidable esposa Emiliana, y mis hijos, viví
17 años y meses en ejemplar armonía, en medio de la ardiente zarza del amor
paternal y con la autoridad del pontífice, les escribo el decálogo que contiene
el mandato que, incondicionalmente, deben obedecer:
1.
Reconocer y reverenciar a Dios, fuente de toda bondad y de
toda misericordia, consagrándole amor como supremo hacedor de todo lo creado,
rindiéndole homenaje a su divinidad tributándole agradecimientos como
benefactor, doblegando la cerviz ante sus designios, como al fin, ser único a
cuya voluntad estamos sujetos; ser respetuosos y obedientes a la autoridad
legalmente constituida.
2.
Ser honrados, trabajadores y verídicos aún a costa de sus
vidas; abstenerse de entrar en pactos irreflexivos e inconsultos, y en
compromisos dificultosos; no inmiscuirse en asuntos que se relacionan con el
Estado, reservando estas atribuciones a los que tengan mayor facilidad de
propender por el bien de los gobernados.
3.
Tener como norma la razón, la equidad y la justicia,
apreciando en lo que vale la confianza que se les deposite al juzgarlos de
buena fe y limpia conciencia, si llegare el caso de confiárseles intereses en
cualquier forma y para determinado fin.
4.
Nobles de corazón para perdonar las ofensas irrogadas por sus
semejantes, borrándolas, de hecho, de la mente aunque sean de mayo magnitud;
disimulo y tolerancia para con aquellos que las más de las veces se les
conviertan en enemigos gratuitos, y deban perdonarlos para que a su vez, otros
los hagan con ellos. Como doctrina sentada está que mientras mayor sea la
ofensa, mayor satisfacción hay en disimularla, de la misma manera que, mientras
más alto está el sol, más sombra da sobre la tierra.
5.
Concentrar el pensamiento y meditar en la profundidad del
misterio del porvenir, para no envanecerse con los pocos días que puedan
venirles de bonanza; que el humo de la prosperidad nunca asfixie sus pulmones y
que tenga siempre a su vista esa constante fluctuación a que está expuesta la
humanidad que, hoy es una y mañana es otra, fijarse con atención en el eje
sobre el cual gira la rueda caprichosa de la fortuna y observar en ella que,
tan pronto se apoya una parte sobre la tierra, cómo luego se ve en la parte
opuesta, y siempre tener a la vista el cuadro bosquejado con el pincel del
mañana.
6.
Estudiar incasablemente, leyendo y releyendo en las páginas
del libro de la humanidad, haciendo el análisis correspondiente para su
acertada comprensión porque todas las cosas tienen dos fases, una que se ve y
otra oculta, y, ésta es la realidad.
7.
Alejarse en todo de las malas compañías que son la perdición
de los que en su brazos se entregan, pues las malas compañías son el virus
purulento que se inocula en el cuerpo social, ser cautelosos para evitar la
sugestión que, con artística magia, ponen en juego los maleantes para cogerlos
en sus garras, especulando su inexperiencia. En cambio sí rodearse de elementos
sanos, de personas probas, de juicio de sindéresis y recto criterio cuyos
consejos y exhortaciones sean antorchas que disipen las tinieblas del error.
8.
Ser consecuentes y leales en la amistad que es vínculo
sagrado que imprime carácter en las lamas nobles y en corazones sensibles y
respetuosos en este campo, requisito indispensable para que sea perdurable,
pues la amistad está en todos los labios pero en muy pocos corazones; nunca
entregarse en brazos de los aduladores, de los veletas, tránsfugas ni venales,
desconfiando hasta lo sumo de aquellos a quienes no hayan llegado a la plenitud
del conocimiento de sus hechos.
9.
Nunca, ni por ninguna causal, delatar los secretos que les
hayan revelado, ni activa ni pasiva, que sean siempre, el santuario en donde
oficia el sacerdote de la confianza, pues a la inversa, el infringir esta
confidencia obedecerá a imprimir sobre su frente estigma detestable de la
falsía y la traición nivelándose con Judas.
10.
Caritativos, hasta donde los lindes de la posibilidad lo
permitan consolando al contristado, enjugando las lágrimas del que llora,
mitigando los pesares del que sufre, lenitivo del que se halla en penas y
atenuantes del indigente; estar de pie al borde de lecho del moribundo cuando
ya en el estertor sus manos lívidas y trémulas no puedan estrechar el
crucifijo.
Comunicativos y filántropos con los
que en un lóbrego calabozo expían crímenes, cuyas víctimas las más de las
veces, son hechuras de las injusticias que fraguan personas de pasiones ruines
y mezquinas, fruto de la inquina que anida en corazones depravados y almas de
bajo temple.
Además de las prescripciones antes
estipuladas donde están encarnadas las emanaciones de mis sentimientos y los
brotes de mi corazón, no es redundancia significarles a mis hijos que el hombre
debe ser ecuánime, serio en sus actos, reflexivo para no obrar al impulso de
las primeras impresiones, para la debida armonía en que hay que mediar con los
conciudadanos, es ineludible analizar su carácter y su idiosincrasia y, con
mayor razón, con quienes nos ligan vínculos familiares y aquellos con quienes
estamos en relación directa, respetando sus dictámenes y aún su religión.
Ahora, si estos deberes son forzosos para la sociedad, ¿cuál y cómo deberán
tratarse y qué sistema de fraternidad es el que debe implantarse entre los
hermanos? ¿Qué precedente debe sentar, digno de aplauso y de imitarse, por lo
edificante entre seres mitades del corazón, parte del alma y sangre emanada de
las venas de sus progenitores?
No se crea que la felicidad está
vinculada en las riquezas, que en los haberes está complementada la dicha y la
ventura y el que tal, que con ésta se envanece, es un miope y el que en ellos
las funda, es como el que edifica sobre arenas. No es el peculio el que
constituye la dicha, no; la verdadera felicidad se basa en la tranquilidad de
la conciencia y en la satisfacción del deber cumplido.
Ojalá y así lo espero que el
contenido de estas líneas surta el efecto al cual se encaminan mis aspiraciones
y que al estamparlas en este papel, con los picos de mi pluma por no poder de
otro modo, auguro sí la esperanza que cuando baje a la fría fosa queden
esculpidas con signos indelebles en el corazón de mis hijos.
¡ESTA ES LA VOLUNTAD DEL PADRE
AMANTE!
Cartago, Julio 17 de 1936
José Vicente Suárez M.
ORACIÓN PARA FINALIZAR
Creo, Señor, que al fin
de la noche,
No está la noche sino la
aurora.
Creo, Señor, que al fin
del invierno,
No está el invierno sino
la primavera.
Creo, Señor, que al fin
de la desesperación,
No está la desesperación
sino la esperanza.
Creo, Señor, que al fin
de la espera,
No está la espera sino
el reencuentro.
Creo, Señor, que al fin
de de la muerte,
No está la muerte sino
la vida.
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Gracias por capacitarse en la Escuela de Padres del Psicologo OSCAR SUAREZ