SILVIO, ESTA VEZ FUE TU CULPA
Por Oscar Suárez
Me he enterado,
Silvio,
que has muerto.
Y de la peor forma.
Dicen que hace dos días,
te fuiste solo,
con tus libros,
tus juegos didácticos
y esos proyectos
que siempre parecían imposibles
para los sabios de corbata.
Te encontró la
huesuda
como viniste al mundo:
desnudo,
sin más equipaje
que las preguntas sin respuesta,
los sueños sin horario
y la risa abierta
como un niño
jugando en el lodo de la vida.
Fuiste rebelde,
un conquistador de ideas,
explorador de sombras,
un Quijote sin Sancho,
que cambió las aulas
por el abismo
de la mente humana.
Renunciaste a la fila india
de los que esperan la pensión
como quien espera la muerte.
Tú no
esperaste.
Tú corriste.
Abandonaste la
literatura
para volverte psicólogo,
aunque nunca te importó
un título ni un escritorio.
Preferiste el hambre,
la soledad,
el vértigo de pensar.
Y también —sí, lo sé—
el amor clandestino
por las palabras que sanan.
Se me olvidaba,
Silvio,
que eras un señor de nube,
hecho de humo,
hecho de sol.
Que devolviste a la vida
lo que te dio:
un efímero nombre,
un puñado de huesos,
y algo más…
Tu alma libre
puesta como semilla
en el corazón
de los que supimos
mirarte sin juzgar.
Nos dejaste tus
risas,
tus locuras hermosas,
tu fe ridícula
en la esperanza,
en el poder inmenso
de una palabra bien dicha.
Hasta siempre,
Silvio Rey Rebolledo Manchola.
Esta vez sí fue tu culpa.
Te fuiste
como viviste:
solo, valiente,
y eterno.
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Gracias por capacitarse en la Escuela de Padres del Psicologo OSCAR SUAREZ