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martes, 20 de junio de 2017

LA SUBJETIVIDAD

TALLER Nº. 1


TEMA:
            “La subjetividad”.
            Dificultades para entender el punto de vista de los demás.

Por OSCAR SUAREZ

OBJETIVOS:
-       Plantear elementos para discutir la Subjetividad.
-       Reflexionar sobre la manera como los otros «ven las cosas».
-       Intentar asomarse al mundo privado del prójimo.
-       Discutir el tema de la empatía.

DESCRIPCIÓN:

            Se trata de la lectura del cuento «Caperucita Roja» de los hermanos Grimm, comparada con otra versión del mismo cuento tal como los contarían los lobos - «versión lupina».

PROCEDIMIENTOS:

1.                  Recordar los puntos centrales del cuento «Caperucita Roja» de los hermanos Grimm, por ejemplo: «Caperucita era una niña que siempre vestía de rojo y una tarde su mamá la envió al bosque a casa de la abuelita que estaba enferma a llevarle unos pasteles; cuando iba por el camino se encontró con un lobo y trabó conversación con él, y ella muy ingenua le dijo que iba a casa de la abuelita a llevarle uso pasteles; le preguntó cuál camino la llevaría más rápido. El lobo le habló de dos caminos y le señaló el más largo, y se fue él – a casa de la abuelita- por el más corto. El lobo llegó primero donde la abuelita, se la comió y se disfrazó con la ropa de ella.

Cuando llegó Caperucita empezó a sospechar e interrogar al lobo disfrazado de abuelita: - «Qué orejas tan grandes tienes», y el lobo contestó: «Son para oírte mejor». - «Qué ojos tan grandes tienes». «Son para verte mejor». – Y cuando dijo: «Qué boca tan grande tienes», el lobo se comió a Caperucita.

En ese momento, atinaba a pasar un cazador por ahí que, viendo el alboroto se abalanzó al lobo, lo abrió y sacó de su panza a la abuelita y a Caperucita, y luego, celebraron felices.

2.                  Entregar a cada persona – por escrito- la versión Lupina del cuento de Caperucita Roja – o sea el cuento de Caperucita-, según los lobos.

VERSIÓN LUPINA DEL CUENTO DE «CAPERUCITA ROJA»

Había una vez un lobo muy inteligente e inquieto que vivía con sus padres en el bosque. Su madre le había advertido muchas veces que no saliera de la cueva antes de que cayera la noche, porque podía tropezarse con un hombre que le podría hacer daño.

Pero el lobito, aunque sagaz, era muy desobediente y, sobre todo, adoraba el olor de las flores, la sombra fresca que proyectan las ramas al mediodía y el canto de los azulejos. De manera que tan pronto como mamá loba se sentaba a ver la telelobela y aprovechando que papá lobo se hallaba en la gerencia de la mina de esmeraldas, el lobito salía a hurtadillas de la cueva.

Una mañana, cuando caminaba por un claro del bosque tropezó de manos a boca con un ejemplar de la temida especie humana. Lleno de pánico esperó el disparo con los ojos cerrados, pero a los pocos minutos se percató de que aquella niña vestida de rojo no le haría daño. Y se limitaba a observarla con curiosidad. Lobito trabó conversación con ella, y al cabo de un rato, la niña de puro ingenua, le confesó que acudía a casa de su abuelita con pasteles envenenados porque la vieja había desheredados a sus padres. En vez de regresar a casa como era lo prudente, el lobito prefirió indicarle a Caperucita el camino, mientras él tomaba un atajo más corto para advertirle a la anciana. Es que el lobito tenía un corazón tan grande como la boca.

Llegó primero que la despiadada nietecita a casa de la abuela y no bien había informado a la señora sobre el atentado que pretendía realizar Caperucita, cuando escucharon que ésta golpeaba a la puerta; atemorizada la abuela, quiso esconderse en algún recoveco oscuro; no hallando nada más oscuro que la boca del lobo, se deslizó desconsideradamente por las fauces del lobito y se refugió en su estómago. Ya habíamos dicho que el lobito tenía una boca muy grande. En seguida, éste se echó encima un gorro de la abuela antes de que entrara Caperucita.         
         Caperucita se aproximó al lobo disfrazado de abuelita  y muy pronto entró en sospechas. « ¿Qué orejas tan grandes tienes?», le comentó. «Son para oírte mejor», respondió el lobo. « ¿Y qué manos tan grandes tienes?», agregó la chica. «Son para acariciarte mejor», disimuló el lobito. « ¿Y qué boca tan grande tienes?», observó Caperucita, cuando se disponía a contestar, la niña alcanzó a ver en lo hondo de la garganta del lobo los ojos aterrados de la abuelita, y perdiendo toda la compostura, agarró el pastel envenenado y se lanzó en busca de la anciana por la jeta abierta del pobre lobo.

            En esos momentos atinaba a pasar un temible cazador que escuchando el alboroto, penetró a la casa y el cruel y sanguinario personaje, apenas vio al lobito, se le abalanzó armado de un filoso cuchillo y le dio muerte con el fin de utilizar su piel para una alfombra pie de cama. Cuál no sería su sorpresa cuando de la barriga del lobito asesinado saltaron la abuela y Caperucita, quienes para proteger la imagen de la familiar, callaron la verdadera historia.

            Esa noche mamá loba y papá lobo esperaron inútilmente el regreso del lobito; y siguen aguardándolo con una llamita de ilusión porque no captan la honda crueldad del corazón humano. Simplemente lo hicieron registrar como desaparecido.

3.                  Después de leer las dos versiones, la humana – de los hermanos Grimm – y la Lupina – versión de Daniel Samper Pizano -, responder:

-        ¿En qué aspectos coinciden las versiones? Señalar cinco.
-        ¿Cuáles son las discrepancias?
-        Asumiendo que las versiones tengan las mismas posibilidades de verdad por ser cuentos, ¿cuál versión le parece más creíble y porqué?
-        ¿Cuáles considera usted, son las dificultades para entender el punto de vista ajeno?
-        ¿Por qué cree usted que cada uno de nosotros intenta imponer su manera de ver las cosas?
-        ¿Habría posibilidad de aceptar los comentarios ajenos, sin renunciar a los nuestros? ¿Cómo?
-        Defina la palabra empatía.
-        ¿Qué conclusión podría sacar de este ejercicio?
-        ¿Qué enseñanza le dejó? Señale tres.

PISTAS PARA LA REFLEXIÓN:

            - Las dos versiones presentan iguales circunstancias: los mismos personajes; la niña – Caperucita – lleva pasteles a la abuela; el lobo muere; la abuelita aparece en el vientre del lobo. En otras palabras, es el mismo cuento pero desde una óptica diferente. En la vida diaria nos encontramos con un sinnúmero de situaciones en las que, la única diferencia es la óptica o el punto desde el cual cada uno de los interlocutores observa. Por tal motivo, es necesario revisar en cada situación donde existe discrepancia, si habria otra manera de ver las cosas, y si se podría tener razón. Es necesario aprender que así como tengo «mi punto de vista», otros también lo tienen y es tan valioso como el mío.

            - Se requiere hacer hincapié en el valor de la subjetividad como espacio privado de cada persona. Es decir, que nosotros como personas vivimos cada uno en un universo de sentimientos, valores e ideas que constituyen nuestro espacio. Por tanto, no existe un solo mundo, sino: mundos, pareceres. Si deseamos entender al otro, será necesario ingresar a ese «su mundo» e intentar comprender, como él mismo lo entiende y no como nosotros vemos el nuestro. Esto es empatía: Tratar de situarnos en el lugar del otro; estar en sus zapatos e intentar comprenderlo.

            - Cuando se habla de la verdad existe la tendencia a absolutizar. La misma concepción de verdad, plantea la unicidad y su carácter absoluto. Por eso, cuando creo tener la verdad estoy haciendo o planteando una dicotomía donde, el otro si no piensa como yo, está equivocado o en el error. He aquí entonces, una reflexión que nos invita a ser más respetuosos del punto de vista de los demás, y no hablar de la «verdad» sino de verdades, de lo que pienso, respetando a los demás.













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