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viernes, 30 de junio de 2017

TESTAMENTO MORAL A LOS SUAREZ

Amigo lector:

A continuación, encontrará el testamento que nos dejó a los Suárez, el bisabuelo José Vicente Suárez Machado en 1936.

Si su lectura aporta elementos de sabiduría a su vida, agradecerá el atrevimiento de su inclusión en este blog.

Por el contrario, si no pasa de ser un documento privado, sabrá usted disculparme:

            TESTAMENTO MORAL A LOS SUÁREZ

Mañana cuando el sol de mi existencia oculte con perpetuidad sus furtivos rayos en el océano insondable de la eternidad, y la luna con sus pálidos reflejos bañe las campiñas, los bosques y los prados, y que mi cuerpo descanse bajo la sombra de una cruz, quiero que este escrito sea como el árbol al cual deben ceñirse mis hijos. Mis disposiciones les serán leyes infringibles y la estrella polar que los guíe hacia el puerto de la ventura.

Que el derrotero que les indico sea el que sigan sin interrupción, y la senda que hasta la vez, a pie enjuto han transitado, no deben apartarse de ella hasta alcanzar la cima del ideal único que pueden ambicionar para la conquista dela propiedad, la seguridad y el respeto. Brújula que marca este rumbo; la cordura y la prudencia al hombre sensato. En el Sinaí de mi humilde pero pacífico hogar, en donde con mi amada e inolvidable esposa Emiliana, y mis hijos, viví 17 años y meses en ejemplar armonía, en medio de la ardiente zarza del amor paternal y con la autoridad del pontífice, les escribo el decálogo que contiene el mandato que, incondicionalmente, deben obedecer:

1.     Reconocer y reverenciar a Dios, fuente de toda bondad y de toda misericordia, consagrándole amor como supremo hacedor de todo lo creado, rindiéndole homenaje a su divinidad tributándole agradecimientos como benefactor, doblegando la cerviz ante sus designios, como al fin, ser único a cuya voluntad estamos sujetos; ser respetuosos y obedientes a la autoridad legalmente constituida.

2.     Ser honrados, trabajadores y verídicos aún a costa de sus vidas; abstenerse de entrar en pactos irreflexivos e inconsultos, y en compromisos dificultosos; no inmiscuirse en asuntos que se relacionan con el Estado, reservando estas atribuciones a los que tengan mayor facilidad de propender por el bien de los gobernados.

3.     Tener como norma la razón, la equidad y la justicia, apreciando en lo que vale la confianza que se les deposite al juzgarlos de buena fe y limpia conciencia, si llegare el caso de confiárseles intereses en cualquier forma y para determinado fin.

4.     Nobles de corazón para perdonar las ofensas irrogadas por sus semejantes, borrándolas, de hecho, de la mente aunque sean de mayo magnitud; disimulo y tolerancia para con aquellos que las más de las veces se les conviertan en enemigos gratuitos, y deban perdonarlos para que a su vez, otros los hagan con ellos. Como doctrina sentada está que mientras mayor sea la ofensa, mayor satisfacción hay en disimularla, de la misma manera que, mientras más alto está el sol, más sombra da sobre la tierra.

5.     Concentrar el pensamiento y meditar en la profundidad del misterio del porvenir, para no envanecerse con los pocos días que puedan venirles de bonanza; que el humo de la prosperidad nunca asfixie sus pulmones y que tenga siempre a su vista esa constante fluctuación a que está expuesta la humanidad que, hoy es una y mañana es otra, fijarse con atención en el eje sobre el cual gira la rueda caprichosa de la fortuna y observar en ella que, tan pronto se apoya una parte sobre la tierra, cómo luego se ve en la parte opuesta, y siempre tener a la vista el cuadro bosquejado con el pincel del mañana.

6.     Estudiar incasablemente, leyendo y releyendo en las páginas del libro de la humanidad, haciendo el análisis correspondiente para su acertada comprensión porque todas las cosas tienen dos fases, una que se ve y otra oculta, y, ésta es la realidad.

7.     Alejarse en todo de las malas compañías que son la perdición de los que en su brazos se entregan, pues las malas compañías son el virus purulento que se inocula en el cuerpo social, ser cautelosos para evitar la sugestión que, con artística magia, ponen en juego los maleantes para cogerlos en sus garras, especulando su inexperiencia. En cambio sí rodearse de elementos sanos, de personas probas, de juicio de sindéresis y recto criterio cuyos consejos y exhortaciones sean antorchas que disipen las tinieblas del error.

8.     Ser consecuentes y leales en la amistad que es vínculo sagrado que imprime carácter en las lamas nobles y en corazones sensibles y respetuosos en este campo, requisito indispensable para que sea perdurable, pues la amistad está en todos los labios pero en muy pocos corazones; nunca entregarse en brazos de los aduladores, de los veletas, tránsfugas ni venales, desconfiando hasta lo sumo de aquellos a quienes no hayan llegado a la plenitud del conocimiento de sus hechos.

9.     Nunca, ni por ninguna causal, delatar los secretos que les hayan revelado, ni activa ni pasiva, que sean siempre, el santuario en donde oficia el sacerdote de la confianza, pues a la inversa, el infringir esta confidencia obedecerá a imprimir sobre su frente estigma detestable de la falsía y la traición nivelándose con Judas.

10.       Caritativos, hasta donde los lindes de la posibilidad lo permitan consolando al contristado, enjugando las lágrimas del que llora, mitigando los pesares del que sufre, lenitivo del que se halla en penas y atenuantes del indigente; estar de pie al borde de lecho del moribundo cuando ya en el estertor sus manos lívidas y trémulas no puedan estrechar el crucifijo.

Comunicativos y filántropos con los que en un lóbrego calabozo expían crímenes, cuyas víctimas las más de las veces, son hechuras de las injusticias que fraguan personas de pasiones ruines y mezquinas, fruto de la inquina que anida en corazones depravados y almas de bajo temple.                   

Además de las prescripciones antes estipuladas donde están encarnadas las emanaciones de mis sentimientos y los brotes de mi corazón, no es redundancia significarles a mis hijos que el hombre debe ser ecuánime, serio en sus actos, reflexivo para no obrar al impulso de las primeras impresiones, para la debida armonía en que hay que mediar con los conciudadanos, es ineludible analizar su carácter y su idiosincrasia y, con mayor razón, con quienes nos ligan vínculos familiares y aquellos con quienes estamos en relación directa, respetando sus dictámenes y aún su religión. Ahora, si estos deberes son forzosos para la sociedad, ¿cuál y cómo deberán tratarse y qué sistema de fraternidad es el que debe implantarse entre los hermanos? ¿Qué precedente debe sentar, digno de aplauso y de imitarse, por lo edificante entre seres mitades del corazón, parte del alma y sangre emanada de las venas de sus progenitores?

No se crea que la felicidad está vinculada en las riquezas, que en los haberes está complementada la dicha y la ventura y el que tal, que con ésta se envanece, es un miope y el que en ellos las funda, es como el que edifica sobre arenas. No es el peculio el que constituye la dicha, no; la verdadera felicidad se basa en la tranquilidad de la conciencia y en la satisfacción del deber cumplido.

Ojalá y así lo espero que el contenido de estas líneas surta el efecto al cual se encaminan mis aspiraciones y que al estamparlas en este papel, con los picos de mi pluma por no poder de otro modo, auguro sí la esperanza que cuando baje a la fría fosa queden esculpidas con signos indelebles en el corazón de mis hijos.
¡ESTA ES LA VOLUNTAD DEL PADRE AMANTE!
                                                                                             Cartago, Julio 17 de 1936
José Vicente Suárez M.
                       
ORACIÓN PARA FINALIZAR

Creo, Señor, que al fin de la noche,
No está la noche sino la aurora.

Creo, Señor, que al fin del invierno,
No está el invierno sino la primavera.

Creo, Señor, que al fin de la desesperación,
No está la desesperación sino la esperanza.

Creo, Señor, que al fin de la espera,
No está la espera sino el reencuentro.
Creo, Señor, que al fin de de la muerte,
No está la muerte sino la vida.

Joseph Folliet.

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